CUARTA ESTACIÓN: VERANO
Solo soy un chaval,
pero a veces pienso que soy más listo que todos vosotros juntos. Me parece
triste, muy, muy triste, papá. Estás todo el curso dándome el coñazo con que
apruebe la Química de una vez y sabes qué, que aprobar una asignatura es una
chorrada al lado de las cosas importantes. No puedo entenderlo papá, sé que no
me habéis contado lo que pasó y que posiblemente nunca lo haréis, pero como yo
lo veo todo se reduce al desprecio que le has hecho al tío. ¿Sabes? Llego
muchos días viéndome con él y estoy seguro de que es una buena persona. Te
garantizo que ha hecho un esfuerzo sobrenatural para venir aquí, él no estaba
seguro y le he tenido que convencer, me lo he currado mucho. Y, por si no lo
sabías, se está muriendo. Me he metido en la habitación dando un portazo y
mientras lo hacía me he dado cuenta de que algo había cambiado para siempre. He
sentido crecer mi interior mientras le increpaba a mi padre. Con esos gritos he
pedido el trato adulto que mi tío me concedió desde el primer día. Ahora entiendo
que mi padre es un dique que frena sus emociones, pero también la de las
personas que están a su alrededor, empezando por su propia familia. Me he dado
cuenta al ver las lágrimas de mi madre, nunca la había visto llorar. Me
pregunto de que tendrá tanto miedo mi padre, a mí la vida me parece un regalo.
Seguro que mi madre también pensaba así a mi edad, pero cómo voy a saber lo que
siente si vive atrapada bajo el manto de papá. Pero el verdadero perdedor es mi
tío. Se ha marchado sin decir nada, ni una palabra de reproche pese a las
brutalidades que le ha soltado papá. Un buen hombre no merece una despedida
así. Estoy casi seguro de que ya nunca volveré a verle. Es una pena, me
gustaría decirle que me ha encantado conocerle. Que me ha contagiado su paz.
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El cielo está
encapotado y me he reído a solas pensando en aquella frase que solía decir mi
padre: «Este año el verano ha caído en miércoles». No está mal empezar con buen
humor la última aventura de mi vida. Aunque las cosas no me han salido del todo
bien en Logroño, soy optimista por naturaleza y me quedo con lo bueno. He
descubierto que la línea buena de la familia sigue adelante con un chaval muy
prometedor y además le he podido dar un último abrazo a Amelia; en realidad es
más de lo que aspiraba a conseguir volviendo a casa. Así que he mandado a tomar por culo a los
fantasmas del Ebro y he enfocado la ruta contraria, rumbo a Nájera. Cada vez me
cuesta más caminar y tendré que pararme a coger resuello cada dos por tres,
pero estoy decidido a hacer el Camino de Santiago, por lo menos hasta donde
llegue. Por primera vez tengo ganas de ver catedrales, siempre he oído
maravillas de Burgos y León. No creo que sea la llamada de Dios, ya es
demasiado tarde, sino una aspiración de trascendencia, de comprobar que,
después de todo, el hombre es capaz de hacer cosas maravillosas. Claro que me
da pena acudir solo al encuentro con la muerte, pero hay fuerzas muy poderosas
que zarandean nuestras vidas, tanto que a veces solo podemos dejarnos
centrifugar por las olas. Estoy cansado de pelearme con el destino y ahora me
doy cuenta de que no opuse demasiada resistencia ni tampoco le eché muchas
ganas a nada de lo que hice, pero sí estoy convencido de que nunca le hice daño
a nadie y eso es algo que poca gente puede decir. Supongo que la rudeza del
mundo aparta a las personas como yo, eso ya lo intuí en la Legión. Ahora veo
con una claridad deslumbrante que solo aspiraba a existir en paz. El Camino me
dirá si lo he conseguido. La naturaleza me revelará lo que no pudieron las
personas.
FIN
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