Y justo antes de abrir la puerta de casa,
me doy cuenta de la ranura de luz que se filtra por debajo e ilumina el
felpudo. Se me congelan todas las vísceras menos el corazón, ese siempre va por
su cuenta y empieza a patalear como un niño al ver el plato de brócoli. Vale
que son las seis de la mañana, vale que llevo siete copas encima, pero ni
obviando todo eso sería capaz de pensar con normalidad. Joder, hay luz en casa,
en mi guarida de soltero. Pese a la castaña que llevo, la pesquisa es rápida,
todo va deprisa cuando un mazo aporrea dentro de tu pecho a ritmo creciente.
¿Quién tiene llaves de mi casa? Mis padres y Sandrita. Mis padres están en el
pueblo, descartados. Sandrita no tengo ni idea de dónde está, es ella. La
lógica binaria que dicta el Jack Daniel’s no deja espacio a la réplica. Blanco,
negro, eufórico, destrozado. Bueno, ahora no sé cómo estoy, pero sí noto esa
promesa infectando mi sangre. ¿Será posible, Sandrita? ¿Después de todo un año
de silencios angostados y sueños traicioneros? A ver, ¿qué día es hoy? ¿Su
cumple, el mío, algún aniversario? Qué va, esto no va de calendarios. Aquí hay
algo puro, un instinto natural que nada le debe a la nostalgia. ¡Toma ya!
Empiezo a sudar, a sudar alcohol, se entiende, pero al mismo tiempo noto que el
pedo me sube más. Qué bien me vendrían unas gominolas. Apoyo la espalda en la
pared y me dejo resbalar hasta quedar sentado sobre el felpudo. Piensa, piensa.
¿Si llamo por teléfono a Sandrita para asegurarme? ¡Pero si seguramente esté al otro lado de la
puerta y yo tengo la llave! Vamos Jack, no digas chorradas, mierda, empiezo a
hablar solo, no, no, debo concentrarme. Me agarro la cabeza y sin querer activo
el dolor de cabeza. Da igual, era cuestión de tiempo, cuanto antes empiece
antes acaba.
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La luz puede dar más mal rollo que la oscuridad |
Me tumbo boca arriba sobre el felpudo y mi caro polo de Fred Perry
se llena de mierda. ¡Eh, qué más da eso ahora! ¡Aquí está en juego el corazón,
sí, el corazón, el puto amor, y las cosas materiales palidecen insignificantes
a su lado! Tengo ganas de gritarlo en el rellano y si no lo hago es para no
perder el factor sorpresa con Sandrita. Seguro que se ha quedado dormida sobre
el sofá. Cuando entré podré admirarla como la diosa que es, antes de darle ese
abrazo que necesita y que le ha hecho venir hasta aquí con la fijación de un
yonqui. Pego la frente al marco inferior de la puerta y asomo los ojos por la
ranura de luz. Es imposible distinguir nada, más allá de una blancura total que
me araña las pupilas. Esa luz solo puede emanar de una deidad, no hay duda.
Sandrita, mi Sandra querida, no vas a tener que esperar más, ya llego. Me apoyo
en el pomo de la puerta y elevo mi cuerpo escombro con mucho esfuerzo. Es mi
última reserva de energía, pero poco importa porque pronto estaré abrazado a
ella. Se me caen las llaves, el felpudo amortigua el sonido y el factor
sorpresa queda a salvo. Sí, todo está saliendo bien. Toc, toc, toc, toc, a la
quinta atinó con la llave en el bombín y giro despacio. Entro de puntillas a
casa y atravieso el pasillo con el corazón aislado en su propia rave. Cuando
entre el salón, miraré a la izquierda y allí estará ella, tumbada sobre el sofá
con su perfume de violetas. Justo antes
de cruzar ese umbral, me paro, cierro los ojos y doy las gracias a ese Dios en
el que no creo. Le prometo que a partir de mañana, bueno ya de hoy, todo va a
cambiar. Firmo el pacto y al fin entro. Tumbado sobre el interruptor de la
lámpara de pie, Micifuz alza la cabeza, me interroga con la mirada y sé que
tiene hambre, ganas de joder, o las dos cosas.