11 de junio de 2012

Relatos 12: Enquistar la felicidad



Solo faltan cincuenta kilómetros para llegar al hospital y entonces ocurre. El sol golpea de frente en pleno atardecer y la luna está llena de mosquitos aplastados. Son más de un centenar y sus restos brillan, creando una metáfora visual de muerte y ascensión al cielo en la mente de Rafa, muy sensible a captar cualquier significado. Con la visión velada, solo ve lo que ocurre en el último momento. Un extraño destello negro y un potente plac que resuena en el interior del coche. Algo ha chocado contra el cristal a toda velocidad. No pasa nada, no se rompe nada, Rafa no pierde el control del vehículo, pero el incidente basta para cambiar completamente los agitados componentes de su ánimo. Decide pararse en el arcén. Se queda mirando al vacío con las manos temblorosas. 


La extinción no tiene por qué ser mala

Pasado un minuto, sale del coche, se pone el chaleco de emergencia y camina los cien metros que le separan del pájaro muerto sin importarle el peligro al que se está exponiendo. Es un cuervo asqueroso, con las alas retorcidas y el pico partido por la mitad. En menos de media hora, cogerá por primera vez en brazos a su hijo recién nacido. ¿Quién podrá convencer a Rafa de que la muerte del cuervo y el nacimiento de su hijo son dos hechos completamente aislados en el mundo? ¿Cómo penetrar en su mente para levantar un muro infranqueable entre ambas ideas? Y si opta por no contarle a nadie lo que ha pasado, por no revelarle a nadie su zozobra... ¿Habrá alguien a su alrededor lo suficientemente intuitivo como para desbrozar algún día el origen de ese extraño miedo que perseguirá a Rafa para siempre?

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