4 de octubre de 2012

Relatos 17: No soy nadie para nadie (y IV)

CUARTA ESTACIÓN: VERANO

Solo soy un chaval, pero a veces pienso que soy más listo que todos vosotros juntos. Me parece triste, muy, muy triste, papá. Estás todo el curso dándome el coñazo con que apruebe la Química de una vez y sabes qué, que aprobar una asignatura es una chorrada al lado de las cosas importantes. No puedo entenderlo papá, sé que no me habéis contado lo que pasó y que posiblemente nunca lo haréis, pero como yo lo veo todo se reduce al desprecio que le has hecho al tío. ¿Sabes? Llego muchos días viéndome con él y estoy seguro de que es una buena persona. Te garantizo que ha hecho un esfuerzo sobrenatural para venir aquí, él no estaba seguro y le he tenido que convencer, me lo he currado mucho. Y, por si no lo sabías, se está muriendo. Me he metido en la habitación dando un portazo y mientras lo hacía me he dado cuenta de que algo había cambiado para siempre. He sentido crecer mi interior mientras le increpaba a mi padre. Con esos gritos he pedido el trato adulto que mi tío me concedió desde el primer día. Ahora entiendo que mi padre es un dique que frena sus emociones, pero también la de las personas que están a su alrededor, empezando por su propia familia. Me he dado cuenta al ver las lágrimas de mi madre, nunca la había visto llorar. Me pregunto de que tendrá tanto miedo mi padre, a mí la vida me parece un regalo. Seguro que mi madre también pensaba así a mi edad, pero cómo voy a saber lo que siente si vive atrapada bajo el manto de papá. Pero el verdadero perdedor es mi tío. Se ha marchado sin decir nada, ni una palabra de reproche pese a las brutalidades que le ha soltado papá. Un buen hombre no merece una despedida así. Estoy casi seguro de que ya nunca volveré a verle. Es una pena, me gustaría decirle que me ha encantado conocerle. Que me ha contagiado su paz.

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El cielo está encapotado y me he reído a solas pensando en aquella frase que solía decir mi padre: «Este año el verano ha caído en miércoles». No está mal empezar con buen humor la última aventura de mi vida. Aunque las cosas no me han salido del todo bien en Logroño, soy optimista por naturaleza y me quedo con lo bueno. He descubierto que la línea buena de la familia sigue adelante con un chaval muy prometedor y además le he podido dar un último abrazo a Amelia; en realidad es más de lo que aspiraba a conseguir volviendo a casa. Así que he mandado a tomar por culo a los fantasmas del Ebro y he enfocado la ruta contraria, rumbo a Nájera. Cada vez me cuesta más caminar y tendré que pararme a coger resuello cada dos por tres, pero estoy decidido a hacer el Camino de Santiago, por lo menos hasta donde llegue. Por primera vez tengo ganas de ver catedrales, siempre he oído maravillas de Burgos y León. No creo que sea la llamada de Dios, ya es demasiado tarde, sino una aspiración de trascendencia, de comprobar que, después de todo, el hombre es capaz de hacer cosas maravillosas. Claro que me da pena acudir solo al encuentro con la muerte, pero hay fuerzas muy poderosas que zarandean nuestras vidas, tanto que a veces solo podemos dejarnos centrifugar por las olas. Estoy cansado de pelearme con el destino y ahora me doy cuenta de que no opuse demasiada resistencia ni tampoco le eché muchas ganas a nada de lo que hice, pero sí estoy convencido de que nunca le hice daño a nadie y eso es algo que poca gente puede decir. Supongo que la rudeza del mundo aparta a las personas como yo, eso ya lo intuí en la Legión. Ahora veo con una claridad deslumbrante que solo aspiraba a existir en paz. El Camino me dirá si lo he conseguido. La naturaleza me revelará lo que no pudieron las personas.  

FIN 

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