14 de abril de 2014

Relatos 22: Mi diosa de hoy


  • ¿Ah, sí? Pues a mí no me mola nada el segundo disco.
Me contestó con la cabeza gacha, mirándose las uñas de las pies, quizá calibrando en qué momento tendría que bañarlas de nuevo en algún color inmundo. Bajó el tronco un poco más para alcanzarse el dedo gordo sin prever lo que ocurriría con la mitad superior de su cuerpo.

O previéndolo demasiado.

En medio de aquel espléndido par de tetas que estiraban al límite aquella camiseta de tirantes. Ahí sentía yo que podía encontrar la felicidad en aquella calurosa tarde de mayo. Y en ningún sitio más.

  • Bueno, mujer, no está tan mal, tampoco es tan diferente al primero... ¿No crees?
  • Te digo que no, Chino, que no me gusta nada.
¡Se había quedado con mi apodo! Ya era un centímetro ganado a sangre y fuego, un poco de cercanía a aquella diosa iridiscente que acababa de cruzarse en mi camino. Elevé la cabeza hacia el sol de Barcelona y pegue un trago largo al gintonic, que me resbalaba por el gaznate profiriendo promesas de mentiroso incorregible. La música de la fiesta sonaba constipada en aquel ático deslumbrante del Barrio Gótico. Mi diosa se remeció en aquella amplia silla de mimbre. ¿Amagaba con irse? Fuego de artillería a discreción.
  • Bueno, igual sí que tienes un poco de razón. Lo que está claro es que el primer disco era mejor.




    La importancia del lugar para fliparlo más

Levantó la cabeza y me miró con aquellos diamantes que manaban de su retina. Y sus labios como el sofá de Dalí en el museo de Figueres y yo tumbando en ellos toda la tarde, engañando al tiempo para que corriera en círculos, hacia donde quisiera pero sin avanzar, ni un segundo, ni una milésima... Y los dientes de ella abriéndose paso, desfilando en una sonrisa perfecta que descifraba todo los códigos de aquella tarde...

  • ¿Ves como si estamos de acuerdo, tontorrón?
Cerré los ojos para degustar mejor aquel dulce increpe. Y pensé: qué coño más da lo que ocurra a partir de ahora, esto es mucho más de lo que necesito para sonreír. Y el resto es infelicidad, humo y mierda.



(Dedicado a J.M. y su mítica frase: "Te presento a mi novia de hoy").






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