8 de octubre de 2010

Maldito Peter Englund

Basta con que nos digan que algo no se puede hacer para que, instintivamente, brote en nuestro interior un deseo salvaje de hacerlo. Y basta con que Peter Englund cierre una puerta con avidez para que nos preguntemos qué rayos trata de esconder.


No te escondas Peter Englund
Pinchad en el enlace. "El Premio Nobel es para Vargas Llosa, bla, bla, bla...". En este vídeo se puede ver el recorrido completo de nuestro querido portavoz del Instituto Karolinska. Olvidaos de la trascendencia del premio, de la brasa que pegan los medios con vida y milagros del peruano porque toda la importancia se agolpa tras el detalle de la secuencia.

Vemos una puerta.

Se abre la puerta y aparece Peter Englund (hasta aquí parece un chiste...).

Es un tipo que afeita impecablemente los cuatro pelos que han sobrevivido a la trágica calvicie. Porta un elegante traje gris con corbata a juego y pañuelo saltarín en la solapa. ¿Será el uniforme del Instituto Karolinska? Y ahora viene la clave. Durante dos segundos mágicos vemos lo que hay detrás de la puerta. Aparentemente, solo una amplia estancia diáfana, una ventana con visillos de esas que dibujamos de niños y medio mueble con medio cuadro encima. Si solo es eso, ¿por qué Peter Englund se da tanta prisa en cerrar la puerta? Lo hace con un gesto esmerado, con una grácil pirueta en la que se da media vuelta, cambia de mano para coger el pomo y vuelve a cerrar la sala en la que se cuece el premio literario más rimbombante del planeta. Otro año entero oliendo a cerrado. Cuando suelta la bomba, en vez de retornar a la habitación, dobla el papelito, baja unas escaleras y se junta con sus amigotes, que le esperan para tomar una Nordic Mist.

Esta escena se repite en cada anuncio de un Premio Nobel. Cada vez que lo veo en televisión, cada vez que Peter Englund cierra rápidamente la puerta y me deja claro que nunca podré entrar, brota en mi interior el deseo instintivo de transgredir, de llevar la contraria, de revelarme. De coger un Ryanair a Estocolmo, plantarme en el Instituto Karolinska y tirar la puerta abajo de un cabezazo. Pero no me atrevo. Estoy seguro de que, una vez derribado el obstáculo, me asaltaría una duda: ¿Merece la pena rasgar el misterio? Puede que solo sea una habitación más del mundo. Pero también puede que dentro haya un montón de señores barbudos debatiendo cosas interesantísimas a todas horas. De hecho, dentro puede haber todo lo que uno pueda imaginar.

¿Qué esconde el condenado Peter Englund? ¿Qué ha hecho para merecer su impagable privilegio?

2 comentarios:

Navarro dijo...

Sé que algún día el nombre que pronunciarán será el tuyo! y ese día seguro que puedes ver el otro lado de la puerta!

Pachús dijo...


No sé quiénes ¨Navarro¨ pero te quiere bien y además tiene razón