31 de diciembre de 2012
Diálogos 3: Piensa en el reencuentro navideño
(((Receta de incuestionable éxito en frisadores de la treintena. Ingredientes imprescindibles marcados en negrita. Rehogar con palmetazos faciales, puñetazos al hombro de mediana intensidad y similares gestos fálicos. Servir en plato frío)))
- ¡Coño, fulano, cuánto tiempo!
- ¡Hombre, mengano, qué haces por la ciudad!
- Pues nada, ya sabes, los días de Navidad que me vuelvo para ver a la familia.
- Ah, eso está muy bien hombre, la familia es muy importante.
- Claro, claro.
- Sí, sí, eso es.
- Sí.
- Je, je, claro.
- Bueno, dime ¿y tú qué tal?
- Ah, pues bien, tengo curro así que no me puedo quejar, con la que está cayendo.
- Anda, pues qué suerte. ¿Sigues currando en el... sitio aquel?
- Sí, sí, igual que siempre.
- Bien, bien, más vale malo conocido....
- Ja, ja, sí, sí, y que lo digas.
- Y qué, ¿sigues saliendo con Zutana?
- ¡Hombre! ¡Y además nos casamos el año que viene!
- No jodas, pues vaya, ¡no sé si darte la enhorabuena o el pésame!
. ¡Anda, serás cabrón! Bueno, y tú qué, no me digas que sigues de becario en el sitio aquel.
- Pues sí, macho, estoy hasta los cojones.
- Cabensos, lo que hay que hacer en este país es mandar a tomar por culo a los políticos y a los banqueros.
- Ya, y que lo digas...
- Bueno, y entonces qué vas a hacer, algo te estarás planteando.
- Pues sí, qué remedio. Me estoy mirando alguna cosilla para pirarme al extranjero.
- Ya, yo tengo algún colega que lo ha hecho y no le va mal. ¡Mientras no sea a Londres, que está petado de españoles, ja, ja!
- A donde pueda, me estoy mirando unos cursos o si no de profesor de español. Con tal de encontrar algo, que aquí está la cosa muy malita.
- Bueno tío, pues no te digo nada, que tengas mucha suerte.
- Vale, gracias. Pues lo mismo te digo para tu vida matrimonial, que eso también tiene miga.
- ¡Ya ves! Venga, lleva cuidado.
- ¡Hala, hasta la próxima!
GUINDA FINAL (pronunciada al alimón por ambos interlocutores en plena consciencia de su palmaria falsedad):
9 de noviembre de 2012
Relatos 19: Detenido un hombre en Madrid acusado de perpetrar literatura a plena luz del día
Disponía de varias obras preparadas para explotar
Detenido un hombre en Madrid acusado de perpetrar literatura a plena luz del día
MADRID, 9 DE NOVIEMBRE
Un hombre ha sido detenido este
viernes en el centro de Madrid acusado de perpetrar literatura con
premeditación y a plena luz del día. En el momento de la detención, el acusado
fue sorprendido in fraganti diseñando un
artefacto altamente nocivo que podría haber dañado irreparablemente las mentes
de lectores inexpertos.
La intervención de la policía se
produjo a las 11:25 horas de la mañana. Tras aporrear insistentemente la puerta
del domicilio de L.I.O., los agentes entraron al asalto en la vivienda, un
pequeño apartamento sito en la calle Alonso Cano de la capital. Posteriormente,
el acusado aseguró que no había escuchado los golpes porque mantenía una
ruidosa conversación con una mujer a la que llamó ‘Musa’ y que
la policía no pudo localizar en el domicilio tras una exhaustiva revisión del
mismo.
En dicha inspección, las
autoridades encontraron diversos materiales de fabricación casera, como poemas
tóxicos o novelas inacabadas preparadas para detonar en el momento de su
finalización, aunque el supuesto escritor aseguró que el peligro era
inexistente porque ese día no llegaría nunca. De igual modo, los agentes se
incautaron de diversos ensayos, relatos y novelas, todas ellas de peligrosos
agitadores, que poblaban las estanterías de la vivienda, así como diversas
obras musicales y cinematográficas en distintos formatos. Al parecer, L.I.O.
habría extraído de dichos volúmenes la información para ensamblar su armamento.
![]() |
No tan descabellado |
El acusado ha reconocido los
hechos y se ha dejado detener sin oponer resistencia, lo que sin duda ayudará a
rebajar la pena que habitualmente se impone en estos casos. De cualquier modo,
la legislación tácita establece una pena de al menos cinco horas diarias
consumiendo Telecinco durante dos años y tres horas de Los 40 Principales
durante al menos 18 meses, así como la prohibición de acceso cualquier
artefacto artístico que pueda enriquecer su vida.
En su breve aparición mientras
era trasladado al furgón policial, L.I.O. no ha pronunciado palabra y se ha
limitado a verter unas lágrimas reproducidas por medios de comunicación de todo
el país. Por su parte, el ministro
del Interior se ha mostrado “muy satisfecho” con la detención de este sujeto y
ha recordado que “el imperio de la ley derrotará a todos los que intenten
socavar el sistema desde sus cimientos”. “Ya está bien hombre, pero esta
gentuza qué cojones se cree”, se le ha escuchado al ministro en un descuido,
cuando creía que los micrófonos estaban apagados.
Etiquetas:
larra,
literatura,
Madrid,
perpetrar,
RELATOS
12 de octubre de 2012
Relatos 18: Sargento Patterson
Una brisa
herrumbrosa le acariciaba el pelo, del que empezaban a desprenderse unas gotas
de sudor gordas como garbanzos. En las pestañas descansaban algunas briznas de
algodón que preñaban el aire de Arkansas en aquella época del año. El sargento
Patterson, ya retirado, con medio cuerpo volcado hacia el abrevadero, se detuvo
un momento a respirar ese aire cargado de sensaciones tradicionales, pero de
algún modo conectado con la embotada atmósfera de Diwaniya. Sentía una extraña
nostalgia mutante, nacida de dos nostalgias diferentes, como una hidra de dos
cabezas que amenazaba con arrancarle la cabeza de cuajo desde dentro, amarrada
a lo más profundo de sus malgastadas conexiones neuronales. Recuerdos
entreverados de su infancia en Little Rock y de su estancia en Irak, aliados
para confundirle aún más. Soltó un segundo el cuello que tenía entre las manos
y vio una cara volverse hacia él, enrojecida como un pimiento morrón. Veía los
labios de su presa moverse entre temblores, pero tenía los oídos abotargados
por el ruido de las balas y las granadas, estallando al alimón en una macabra
composición rítmica. Miró al frente muy asustado, convencido de que un tanque
se abalanzaría sobre él en cuestión de segundos, pero solo vio tres vacas
absorbiendo con indiferencia los últimos rayos de sol del día.
![]() |
Pues tu cuidador sabe menos todavía... |
El peligro había
pasado, pero solo de momento, así que echó la mano al cinturón para agarrar la
pistola, pero de su cincho de cuero solo colgaba un viejo teléfono móvil,
obsoleto desde hacía años. Acto seguido, reaccionó con sus buenos reflejos de
siempre cuando su presa intentó escapar. Volvió a cogerle el cuello con las dos
manos y a meterle la cabeza en el abrevadero. Los largos cabellos rubios se le
pegaron a las manos como algas de río. Al otro extremo del largo recipiente de
madera, otra vaca tragaba agua con esa lentitud tan habitual en la vida
cotidiana de Arkansas. ¿Pero era una vaca? ¿O un orondo soldado iraquí? ¿Bebía
agua o la envenenaba con sus labios? ¿El sol lastimero bañaba la granja o todo
sucedía un campamento militar? Decenas de dudas inextricables atravesaban su
mente como bumeranes ardiendo. Empapado ya en sudor, apretó más aquel cuello
frágil, a punto de crujir cuando, por el rabillo del ojo, vio una mujer saltar
a la carrera desde el porche y esprintar hacía él, con las manos en la cabeza y
un temblor en los labios similar al que había visto antes. Esos labios,
idénticos a los de su presa... El sargento Patterson amenazó a grito pelado. Si
das un paso más le parto el cuello. La mujer se detuvo en seco y gritó algo,
pero los oídos de Patterson seguían obstruidos, como una vena llena de
colesterol. Soltó a su presa para tratar de desatascarlos con las manos y la
niña, pese a la falta de oxígeno, pudo pronunciar tres palabras que esta vez el
militar sí pudo escuchar, además con una nitidez que no recordaba desde su
infancia, desde aquellas corricainas por la granja familiar en las que su
felicidad había encallado para siempre. Papá, no, papá…
Etiquetas:
animales,
Arkansas,
Diwaniya,
Irak,
larra,
literatura,
RELATOS,
sargento Patterson,
vacas
4 de octubre de 2012
Relatos 17: No soy nadie para nadie (y IV)
CUARTA ESTACIÓN: VERANO
Solo soy un chaval,
pero a veces pienso que soy más listo que todos vosotros juntos. Me parece
triste, muy, muy triste, papá. Estás todo el curso dándome el coñazo con que
apruebe la Química de una vez y sabes qué, que aprobar una asignatura es una
chorrada al lado de las cosas importantes. No puedo entenderlo papá, sé que no
me habéis contado lo que pasó y que posiblemente nunca lo haréis, pero como yo
lo veo todo se reduce al desprecio que le has hecho al tío. ¿Sabes? Llego
muchos días viéndome con él y estoy seguro de que es una buena persona. Te
garantizo que ha hecho un esfuerzo sobrenatural para venir aquí, él no estaba
seguro y le he tenido que convencer, me lo he currado mucho. Y, por si no lo
sabías, se está muriendo. Me he metido en la habitación dando un portazo y
mientras lo hacía me he dado cuenta de que algo había cambiado para siempre. He
sentido crecer mi interior mientras le increpaba a mi padre. Con esos gritos he
pedido el trato adulto que mi tío me concedió desde el primer día. Ahora entiendo
que mi padre es un dique que frena sus emociones, pero también la de las
personas que están a su alrededor, empezando por su propia familia. Me he dado
cuenta al ver las lágrimas de mi madre, nunca la había visto llorar. Me
pregunto de que tendrá tanto miedo mi padre, a mí la vida me parece un regalo.
Seguro que mi madre también pensaba así a mi edad, pero cómo voy a saber lo que
siente si vive atrapada bajo el manto de papá. Pero el verdadero perdedor es mi
tío. Se ha marchado sin decir nada, ni una palabra de reproche pese a las
brutalidades que le ha soltado papá. Un buen hombre no merece una despedida
así. Estoy casi seguro de que ya nunca volveré a verle. Es una pena, me
gustaría decirle que me ha encantado conocerle. Que me ha contagiado su paz.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------
El cielo está
encapotado y me he reído a solas pensando en aquella frase que solía decir mi
padre: «Este año el verano ha caído en miércoles». No está mal empezar con buen
humor la última aventura de mi vida. Aunque las cosas no me han salido del todo
bien en Logroño, soy optimista por naturaleza y me quedo con lo bueno. He
descubierto que la línea buena de la familia sigue adelante con un chaval muy
prometedor y además le he podido dar un último abrazo a Amelia; en realidad es
más de lo que aspiraba a conseguir volviendo a casa. Así que he mandado a tomar por culo a los
fantasmas del Ebro y he enfocado la ruta contraria, rumbo a Nájera. Cada vez me
cuesta más caminar y tendré que pararme a coger resuello cada dos por tres,
pero estoy decidido a hacer el Camino de Santiago, por lo menos hasta donde
llegue. Por primera vez tengo ganas de ver catedrales, siempre he oído
maravillas de Burgos y León. No creo que sea la llamada de Dios, ya es
demasiado tarde, sino una aspiración de trascendencia, de comprobar que,
después de todo, el hombre es capaz de hacer cosas maravillosas. Claro que me
da pena acudir solo al encuentro con la muerte, pero hay fuerzas muy poderosas
que zarandean nuestras vidas, tanto que a veces solo podemos dejarnos
centrifugar por las olas. Estoy cansado de pelearme con el destino y ahora me
doy cuenta de que no opuse demasiada resistencia ni tampoco le eché muchas
ganas a nada de lo que hice, pero sí estoy convencido de que nunca le hice daño
a nadie y eso es algo que poca gente puede decir. Supongo que la rudeza del
mundo aparta a las personas como yo, eso ya lo intuí en la Legión. Ahora veo
con una claridad deslumbrante que solo aspiraba a existir en paz. El Camino me
dirá si lo he conseguido. La naturaleza me revelará lo que no pudieron las
personas.
FIN
Etiquetas:
larra,
literatura,
No soy nadie para nadie,
RELATOS,
verano
1 de octubre de 2012
Relatos 17: No soy nadie para nadie (III)
TERCERA ESTACIÓN: PRIMAVERA
Sí que sigue vivo,
aunque no sé por cuánto tiempo. No es que él me haya dicho nada, pero es
evidente que está mal, con los ojos hundidos y la piel cerúlea. Supongo que
tendrá cáncer o algo por el estilo, pero tampoco me he atrevido a
preguntárselo, bastante valor le he echado ya para acercarme a hablar con él.
Casi nadie viene a vernos entrenar y por eso me ha llamado la atención un
hombre corpulento y desgarbado, medio tumbado en la pequeña grada del Adarraga.
Al pasar trotando por esa curva he mirado con disimulo y me he dado cuenta de
que era él; el sol primaveral le había obligado a quitarse el jersey y he visto
claramente su tatuaje. Hacía meses que no le veía y ya casi me había olvidado
de él, pero en cuanto me he topado con esas armas incrustadas con tinta bajo su
piel he recordado de golpe. El examen de Química del día siguiente me obligaba
a irme pitando a casa para estudiar, pero al acabar el entrenamiento no me he
resistido a acercarme a la grada. Me he quedado mirándole a dos metros y he
vuelto a ver esa pose sosegada que, de algún modo indescifrable, irradia paz.
Nos hemos quedado así unos diez segundos y no ha dicho ni pío hasta que yo he
abierto la boca. ¿Eres Martín? Toda la calma acumulada se le ha esfumado en un
segundo. Ha arremolinado su cuerpo espasmódicamente y se ha puesto en pie. Sí,
soy yo, cómo lo sabes, tú quién eres chaval. Me ha dado tiempo a mirar al cielo
y cegarme con el sol, a ver las señales que me hacía Raquel desde la puerta
para decirme que me diera prisa, a pensar brevemente en los enlaces de carbono,
las reducciones de oxidación y los extraños elementos que me esperaban al
llegar a casa como el Protactinio, el Kryptón o el Californio. Hasta que me ha
puesto la mano en el hombro y he tenido que apretar el botón rojo. Soy tu
sobrino, Martín.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------
Y ahora, en la prórroga
de esta extraña vida que me ha tocado jugar, se me presenta una inesperada
oportunidad de redención. Tonteo con la posibilidad de una reconciliación
universal, conmigo mismo y con mis seres queridos, de los que me he mantenido
alejado tanto tiempo y tantos kilómetros. No debería darle de fumar al chaval, pero
sé que tratarle como un adulto nos viene bien a los dos, a mi me da un
interlocutor válido y a él la confianza necesaria para abrirse sin frenos ni
miedos. El día espléndido que disfrutamos en el Parque del Ebro ayuda a
despejar las mentes, a ver nuestras decisiones como absurdas maquinaciones que
a nadie le incumben. El chaval me cuenta muchas cosas sin tocar los puntos
neurálgicos ni hacerme las preguntas que arden dentro de su pecho. Le gusta
mucho el atletismo, ya he comprobado que no tiene ni de lejos el potencial de
su madre, pero quién soy yo para meterle arena en el motor. Quién soy yo para
darle consejos ni para quitarle sueños. No soy nadie para él, no soy nadie para
nadie, y pronto me uniré a los fantasmas que se dejan llevar río Ebro abajo. Solo
tendría que cruzar el parque, dejarme engullir por la corriente, montar a lomos
de un siluro y cruzar Navarra, Aragón, Cataluña… ¿Cómo dices, chaval? No sé, no
lo veo claro, tu madre imagino que se alegraría de verme, pero a tu padre le
puede dar un infarto si pongo un pie en casa. De qué serviría, acaso crees que
una cena puede enjuagar tantos años de silencio pedregoso. Tú no te preocupes
por mí chaval, yo estaré bien, dedícate a estudiar mucho que es lo importante y
a ver si apruebas de una vez la puñetera Química. Tampoco es una asignatura tan
difícil, se trata de que la veas con perspectiva e imagines en tu cabeza todos
esos enlaces y reacciones. Ten fe, se te ve espabilado. Sí, te prometo que lo
pensaré. Anda trae aquí, no fumes más.
Etiquetas:
larra,
literatura,
No soy nadie para nadie,
primavera,
RELATOS
28 de septiembre de 2012
Relatos 17: No soy nadie para nadie (II)
SEGUNDA ESTACIÓN: INVIERNO
Nunca podré aprobar
Química con este cabrón de profesor que tengo. Sé que me la tiene jurada y yo
tampoco colaboro, me paso sus clases de charleta con mi compañero de pupitre
porque sé que le revienta. Cuando no me apetece ni hablar, me pierdo en
pensamientos (cualquier cosa con tal de no prestar atención) y durante la
última semana me
viene insistentemente a la cabeza el mendigo que me dio la maruja. Buceando en internet he encontrado
fotos de tatuajes similares al suyo y creo que es algún símbolo de la Legión.
Al menos eso es lo que ha dicho mi padre cuanto ha entrado en mi habitación y
me ha visto buscando fotos por Internet. ¿Por qué te interesa eso ahora? No me
digas que te va dar por hacerte militar, a tu madre le da un infarto. No papá,
es para un trabajo. Le he mentido, claro, y me temo que se ha dado cuenta,
siempre he sido muy malo para mentir, se me escapa media sonrisilla. He bajado
al salón en busca de los álbumes familiares de fotos. Me he ido a los primeros
que conserva mi madre, de los años sesenta, en los que mi padre es un apuesto
barbudo y mi madre una pacifista etérea de mirada irresistible. Había fotos
arrancadas, pero no he tenido arrestos para preguntarle a mi madre. Tampoco me
ha hecho falta,
creo que ya sé a quien han borrado de los álbumes. Mi padre sabe cuándo miento,
pero yo ya no soy un crío y también sé cuando se está callando algo. Estos días
he vuelto a la puerta de Cerezo varias veces y he recorrido Portales de arriba
abajo, me he acercado a Laurel y San Juan, nidos de borrachines consumados,
pero no he vuelto a verle. Aunque no le conozco del todo, no puedo esconder que
el intenso frío que agarrota estos días la ciudad me preocupa por él. Me
preocupo y también me hago preguntas. No sé dónde dormirá, qué hará con sus
días. Ni siquiera si seguirá en Logroño. Ni siquiera si seguirá vivo.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Ahora comprendo por qué
he vuelto a Logroño. Han sido unos meses un poco raros y si no fuera por Ramón
no sé que hubiera sido de mí. Es placentero comprobar que algunos amigos nunca
abandonan tu horizonte. Ramón ha engrasado con emoción esta vuelta a casa con
la que espero cerrar el círculo. Estos últimos días he sentido que se acerca el
principio del fin cuando te he visto por la calle. Cargada de bolsas de la
compra, cruzabas el Espolón a toda mecha. Sigues teniendo esas maravillosas
piernas torneadas por el atletismo, robustas por arriba y estilizadas bajo los
rodillas hasta esos tobillos, finos como palos de escoba. Casi podía ver de
nuevo esas vallas que saltabas de joven, en aquellos intensos entrenamientos en
el Adarraga bañados por el sol, por la lluvia o por el granizo, nos daba igual.
Yo saltaba pértiga sabiendo que nunca llegaría nada, solo por el placer de
volar unos segundos impulsado por un latigazo, pero tú eras buena, quiero decir
buena de verdad, podrías haber llegado a los Juegos Olímpicos. Imagínatelo
Amelia, desfilando por el Estadio Olímpico de Barcelona bajo el estallido de
miles de flashes, compitiendo contra rivales de todo el planeta, llorando de emoción
con una medalla al cuello. Ese futuro ilusionante hace tiempo que se convirtió
en pasado marchito, pero ahora que he vuelto a casa veo los viejos proyectos
penetrando en la atmósfera como violentos meteoritos en llamas. Podrías haber
masticado la gloria, Amelia, y sé que nada te hubiera hecho más feliz, pero
Joaquín nunca soltó lo suficiente la correa invisible con la que maniataba tus
sueños. Aún puedo verle sentado en la pequeña grada del Adarraga, mascullando
entre dientes cada vez que me ayudabas a levantarme de la colchoneta. Estoy
seguro de que sigue odiándome con la misma intensidad. No sé si tendré fuerzas
para comprobarlo
Etiquetas:
invierno,
larra,
literatura,
No soy nadie para nadie,
RELATOS
Relatos 17: No soy nadie para nadie (I)
(Historia dividida en cuatro estaciones)
PRIMERA ESTACIÓN: OTOÑO
PRIMERA ESTACIÓN: OTOÑO
Me está costando mucho
recuperar la rutina del Instituto. Este verano ha sido una locura continua, un
bucle de diversión, y volver a las ecuaciones y los logaritmos neperianos es
una tortura. Después del recreo teníamos dos horas de Química, así que me he
ido a dar un paseo para despejar la cabeza antes del coñazo que me esperaba con
los matraces. He cruzado la Glorieta y he bajado la cuesta de Portales mientras
abría el bocadillo de jamón preparado por mi madre. Me he parado un momento,
justo al inicio de los soportales, para ojear el escaparate de la librería
Cerezo. En el portal que pega con la tienda he visto a un mendigo sentado con
la mirada perdida. Me he quedado un poco embobado mirándole y se ha dado
cuenta. Me ha lanzado una mirada muy penetrante pero limpia, curiosa, nada
reprobatoria. He visto hambre en sus ojos y yo tenía un bocata enorme entre
manos, era obsceno no hacer algo. Sin decir palabra, he alargado el brazo
ofreciéndole el bocadillo. Su reacción ha sido un alivio porque igual pensaba
que me estaba riendo de él o algo así y nada más lejos de la realidad, ha sido
un acto instintivo de compasión. Lo ha cogido de buena gana, lo ha partido por
la mitad con las manos y nos hemos repartido la comida. Al alargar el brazo se
le ha quedado la manga del jersey en el codo y he visto el enorme tatuaje que
tenía en el antebrazo. La reacción del mendigo me ha sorprendido muchísimo. Se
ha sacado una bolsita de plástico de la riñonera que llevaba al hombro y me la ha
puesto entre los dedos. Yo he cerrado la mano sin mirar lo que era. Nos hemos
despedido con una sonrisa mutua, otra vez sin palabras de por medio, y cuando
he subido a clase, aburrido por el peñazo del profesor de Química, he abierto
la bolsita. Era marihuana. Estaba riquísima.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Solo llevo unos días en
Logroño, pero siento el pinchazo de la nostalgia en cada paso que doy, en cada
calle que recorro, en cada vino que me bebo. La ciudad parece diferente, pero
es normal después de tantos años. Lo que no ha cambiado es la tranquilidad que
transmite, pero para mí no es suficiente. Los recuerdos asociados me están
pesando demasiado y no sé cuánto tiempo aguantaré por aquí. En realidad no sé
ni por qué he venido. Al cruzar el Puente de Hierro he parado un momento para
contemplar el Ebro y me ha parecido ver a cientos de fantasmas dejándose llevar
por la corriente. Alguno me ha mirado, incitándome a saltar y sumarme a su
silencioso transitar camino del Mediterráneo. Supongo que yo soy otro fantasma
y que debería asumir mi rol en lo poco que me queda de vida. El pasado me
aplasta cada vez más y a veces me cuesta respirar. Y los médicos ya han dejado claro que no me queda
mucho futuro. Pero una especie de magnetismo vital me ha devuelto a las raíces.
No sé qué busco, pero tengo que encontrarlo. La calle Sagasta está tan jodida
como siempre, con su cuesta arriba flanqueada por ventanas rotas y miradas
largas. En el cruce con Portales, una frontera invisible entre las vísceras de
la ciudad, la vida restalla de golpe. Tuerzo hacia la izquierda, saludo a la
Concatedral de la Redonda y me siento a descansar en un portal al lado de la cafetería
Oslo. Un adolescente se me queda mirando, pero no me importa, hace mucho que
las miradas se deslizan por mi cuerpo sin atravesarlo, estoy protegido por una
película fina y resistente como la tela de araña. Me ofrece un bocata, parece
sincero. Tengo hambre y le cojo un trozo. Tiene cara de pillo y no rechaza lo
que le pongo en la mano. Este bocata de jamón sabe a gloria. De algún modo me
recuerda a la infancia.
Etiquetas:
cerezo,
larra,
literatura,
logroño,
No soy nadie para nadie,
Oslo,
otoño,
RELATOS
25 de septiembre de 2012
Diálogos 2: Piensa en Cristiano Ronaldo
-Atiende el joputa que dice que está triste.
-¿Eso ha dicho el gitano?
-Como te lo cuento. Han ganado, ha marcado dos chicharros y luego se ha despachado con los juntaletras. Dice que está triste.
-Qué raro. ¿Y ha dicho por qué?
-¿Por qué va a ser? ¡Porque quiere más dinero el muy pelamingas! ¡Como si ganara poco!
-Sí, supongo que tienes razón.
-¿Que supones? Hombre, tú me dirás que otra cosa puede ser, nomejodas.
-No sé tío, es un ser humano como tú y como yo y...
-Perdona, perdona, como yo no es.
-Bueno vale, como quieras, solo digo que es una persona y las personas están tristes por muy guapos que sean o muchos ceros que tenga su cuenta corriente.
-Ah sí, no me digas, y qué puede pasarle a ver.
-Pues no sé, discutir con la novia, se le muere el gato, yo que sé.
-No, pero es que aquí viene lo mejor, ha dicho expresamente que está triste con el club.
-¿Con el club? Qué raro.
-¿Raro? ¡Qué no, que es lo más normal del mundo! P-A-S-T-A.
-Pero hombre, ¿se puede querer más cuando se tiene todo?
-Siempre se quiere tener más. Más, más, más, ñam, topamí.
-Pues yo soy muy feliz con lo poco que tengo.
-Sí, pero es que tú nunca has tenido más ni por el momento aspiras.
-Ostia, no te pases.
-No te ofendas, si a mí me pasa lo mismo. Piénsalo en frío.
-Mmmmm...
-Muertos de hambre. Jodidos pero contentos. De algún modo retorcidamente filósofico, los afortunados somos nosotros.
-Fuerte juras, don Rodrigo.
-¡Ja, ja, ja, qué grande! Al menos sabemos leer.
-Al menos...
-¿Eso ha dicho el gitano?
-Como te lo cuento. Han ganado, ha marcado dos chicharros y luego se ha despachado con los juntaletras. Dice que está triste.
-Qué raro. ¿Y ha dicho por qué?
-¿Por qué va a ser? ¡Porque quiere más dinero el muy pelamingas! ¡Como si ganara poco!
-Sí, supongo que tienes razón.
-¿Que supones? Hombre, tú me dirás que otra cosa puede ser, nomejodas.
-No sé tío, es un ser humano como tú y como yo y...
-Perdona, perdona, como yo no es.
-Bueno vale, como quieras, solo digo que es una persona y las personas están tristes por muy guapos que sean o muchos ceros que tenga su cuenta corriente.
-Ah sí, no me digas, y qué puede pasarle a ver.
-Pues no sé, discutir con la novia, se le muere el gato, yo que sé.
![]() |
Keep on dreaming, CR7 |
-No, pero es que aquí viene lo mejor, ha dicho expresamente que está triste con el club.
-¿Con el club? Qué raro.
-¿Raro? ¡Qué no, que es lo más normal del mundo! P-A-S-T-A.
-Pero hombre, ¿se puede querer más cuando se tiene todo?
-Siempre se quiere tener más. Más, más, más, ñam, topamí.
-Pues yo soy muy feliz con lo poco que tengo.
-Sí, pero es que tú nunca has tenido más ni por el momento aspiras.
-Ostia, no te pases.
-No te ofendas, si a mí me pasa lo mismo. Piénsalo en frío.
-Mmmmm...
-Muertos de hambre. Jodidos pero contentos. De algún modo retorcidamente filósofico, los afortunados somos nosotros.
-Fuerte juras, don Rodrigo.
-¡Ja, ja, ja, qué grande! Al menos sabemos leer.
-Al menos...
Etiquetas:
cristiano ronaldo,
diálogos,
dinero,
fútbol,
larra,
literatura,
triste
10 de septiembre de 2012
Diálogos 1: Piensa en Olvido Hormigos
-¿Has visto el vídeo?
-Sí. Hay que reconocer que la tipa está bien buena.
-Y que lo digas. ¿Tú que piensas?
-Pues eso, que está bien buena y que olé sus cojones. Un poco estúpida por difundirlo pero que quieres que te diga, a mí me la trae floja lo que le pase. El ratito bueno que me he dado es lo que importa.
-Olvida a Olvido Hormigos como tal. Piensa en el caso, en el revuelo.
-¿Cómo dices?
-¿A ti te parece normal que en este país solo se hable de esta señora durante tres días?
-Mira a tu alrededor, mira la audiencia de Telecinco. Qué cojones esperas.
-Pero tú no ves Telecinco y llevas dos días debatiendo si Olvido tiene las tetas operadas.
-Pues claro. No querrás que hable de la prima de riesgo con mis amigos. Que estamos todo el día vueltas con la puta economía y a mí ya me cansa el temita.
-Sí, pero es que eso es lo importante. De lo que depende nuestro futuro.
-¿Y qué tiene de malo olvidarlo un poco y distraerse con una frivolidad?
-No sé tío, no lo veo bien. Y no lo digo por la concejala, a mí también me la sopla lo que le pase, ella se lo ha buscado. Pienso más en la raíz del problema.
-¿A qué te refieres?
-A que somos unos panderetas. Un pueblo globero y cabrón.
-Claro. Eso lo sabe todo el mundo. ¿Y qué? ¿Qué se puede hacer por cambiarlo? Así es España y no hay nada que hacer. El esqueleto emocional de este país es rígido. No hay nada que hacer.
-Supongo que tienes razón, pero eso me desconsuela aún más. Saber que vivo en un país con un clima increíble, una riqueza natural acojonante, una capacidad inigualable para disfrutar la vida. Y al mismo tiempo, un nivel humano que roza el suelo, paleto, envidioso e hijoputa. ¿Crees que eso se puede cambiar?
-No, no. Ni de coña. Olvídalo.
-Yo soy un poco más optimista, aunque me temo que no mucho más. No sé, igual le estoy dando demasiada importancia a esta tontería.
-Pues claro que sí, hombre. Vamos a tomar una cañita y se te pasa la tontería.
-Venga. A la salud de Olvido Hormigos y sus maravillosos cocos.
-Jo, es que está buena eh.
-Ya ves. Me pregunto a quién iba dirigido el vídeo porque nadie se cree que fuera para su...
-Bla, bla, bla.
-Rebla, rebla, requetebla.
-Sí. Hay que reconocer que la tipa está bien buena.
-Y que lo digas. ¿Tú que piensas?
-Pues eso, que está bien buena y que olé sus cojones. Un poco estúpida por difundirlo pero que quieres que te diga, a mí me la trae floja lo que le pase. El ratito bueno que me he dado es lo que importa.
-Olvida a Olvido Hormigos como tal. Piensa en el caso, en el revuelo.
-¿Cómo dices?
-¿A ti te parece normal que en este país solo se hable de esta señora durante tres días?
-Mira a tu alrededor, mira la audiencia de Telecinco. Qué cojones esperas.
-Pero tú no ves Telecinco y llevas dos días debatiendo si Olvido tiene las tetas operadas.
-Pues claro. No querrás que hable de la prima de riesgo con mis amigos. Que estamos todo el día vueltas con la puta economía y a mí ya me cansa el temita.
-Sí, pero es que eso es lo importante. De lo que depende nuestro futuro.
-¿Y qué tiene de malo olvidarlo un poco y distraerse con una frivolidad?
![]() |
Tres días de calma para Marianorajoy |
-No sé tío, no lo veo bien. Y no lo digo por la concejala, a mí también me la sopla lo que le pase, ella se lo ha buscado. Pienso más en la raíz del problema.
-¿A qué te refieres?
-A que somos unos panderetas. Un pueblo globero y cabrón.
-Claro. Eso lo sabe todo el mundo. ¿Y qué? ¿Qué se puede hacer por cambiarlo? Así es España y no hay nada que hacer. El esqueleto emocional de este país es rígido. No hay nada que hacer.
-Supongo que tienes razón, pero eso me desconsuela aún más. Saber que vivo en un país con un clima increíble, una riqueza natural acojonante, una capacidad inigualable para disfrutar la vida. Y al mismo tiempo, un nivel humano que roza el suelo, paleto, envidioso e hijoputa. ¿Crees que eso se puede cambiar?
-No, no. Ni de coña. Olvídalo.
-Yo soy un poco más optimista, aunque me temo que no mucho más. No sé, igual le estoy dando demasiada importancia a esta tontería.
-Pues claro que sí, hombre. Vamos a tomar una cañita y se te pasa la tontería.
-Venga. A la salud de Olvido Hormigos y sus maravillosos cocos.
-Jo, es que está buena eh.
-Ya ves. Me pregunto a quién iba dirigido el vídeo porque nadie se cree que fuera para su...
-Bla, bla, bla.
-Rebla, rebla, requetebla.
Etiquetas:
artículos,
diálogos. Olvido Hormigos,
larra,
piensa
26 de agosto de 2012
Relatos 16: Un ojo de bebé enfrentado a todas las matemáticas
El cuchillo no tiene alma ni sentimiento, solo obedece a la ley de la gravedad, a su obsesión por caer de punta y a un instinto atroz que le obliga a hacer cuanto más daño mejor, inculcado en la remota fábrica china donde nació de un molde. Tiene unos diez centímetros de hoja flexible y un mango de madera marrón al que está fijado con dos tachuelas doradas. Una herramienta humana más, concebida para cometidos muy concretos (cortar, pinchar, trinchar, desgarrar) e insulsos siempre que solo penetre objetivos sin vida. Ataca a las cosas, cuchillo, y todo irá bien, pero no irrumpas en la carne viva.
El bebé, tumbado en una silla colorida y reclinable, desconcertado por la rigidez de sus sentidos -unos ojos que no enfocan, unos oídos que no separan el grano de la paja- solo percibe una amalgama de luces y sonidos mezclados pero no agitados en su tierno cerebro y no puede anticipar nada de lo que va a ocurrir, ni dentro de un segundo ni el mes que viene, en un mundo amorfo e indescifrable del que solo espera leche a intervalos regulares. Las continuas contracciones involuntarias en los músculos de su cara esculpen supuestos gestos de enfado, risa, pena o sorpresa que cobran (falso) sentido a los ojos de un adulto embebido por la admiración.
Enfrentar a un largo cuchillo de acero con el ojo de un bebé de apenas tres meses.
Esos ojos te abrirán muchas puertas, siempre que los conserves |
Eso puede pasar dentro de menos de un segundo, dependiendo de la trayectoria que siga el cuchillo que se ha caído de la mesa durante el desayuno. Si el codazo involuntario que le ha dado el padre al plato tiene una fuerza X (un valor muy determinado, con decimales y todo) el cuchillo describirá un vuelo muy preciso hasta impactar directamente en el centro de una de la dos dianas en las que se han convertido durante un suspiro las retinas del bebé. Luego hay un rango aproximado de valores, pongamos un veinte por ciento teniendo en cuenta la superficie que ocupa la silla del bebé en el suelo de la cocina, que también llevarían al cuchillo hasta la sillita, pero la mayoría quedarían en un susto: un pinchazo intrascendente en el grueso pijama del bebé o en la colorida tela de la sillita, e incluso un impacto del cuchillo por el mango que anularía cualquier peligro. Y el otro setenta y nueve por ciento de posibilidades llevarían al cuchillo a un ruidoso tamborileo por el suelo de la cocina hasta detenerse paralelo al horizonte, seguido de un suspiro paterno y un olvido inmediato y completo de la, menos mal, ufff, anécdota.
Pero amigos míos, las matemáticas son gélidas, cubitos de hielo incrustadas en la realidad cálida y sudorosa que construyen los seres humanos enlazados a los elementos. A un número, orgulloso de su incuestionable autoridad bajo el manto de la lógica, nadie le prestará atención cuando una pasión, caída desde la atmósfera hasta cubrir todo el cielo de rojo carmín, estalle con un ruido sordo como ocurre en esa cocina cualquiera, de una casa cualquiera y una familia cualquiera, donde, durante unas décimas de segundo, el padre se ve apresado por un miedo más potente que cien cohetes de la NASA juntos. Le pegaría fuego a todos los tratados matemáticos de la historia, sabiendo que eso significaría una pérdida inaudita e irreparable para la humanidad, si a cambio le garantizaran que el cuchillo no tocaría el ojo de su hijito. Y los números tendrían que irse a la mierda cabizbajos y en fila india, con el orgullo muy dañado y, enrocados en su lógica impepinable, preguntándose el porqué de su destierro si los tuertos pueden llevar una vida perfectamente normal.
Etiquetas:
bebé,
cuchillo,
dilema,
larra,
literatura,
matemáticas,
números,
ojos,
RELATOS
27 de julio de 2012
Relatos 15: Uanmortaim
Resucita,
despierta, remolonea, besa,
levanta, mea, ducha, calienta, desayuna, viste, recoge, baja, camina,
sube, observa, llega, entra, sienta, enciende, escribe, llama,
corrige, lamenta, escaquea, pregunta, insiste,
navega, vaguea,
aguanta, prepara, come, caga, limpia, sestea, bebe, espabila,
completa, resiste, escapa,
respira, wasapea, saluda, cañea, ríe,
pincha, miente, guiña, insulta, abraza, recuerda, planifica, apura,
despide, sube, corta, fríe, cena, eructa, cepilla, tumba, acaricia,
desnuda, folla, comparte, lee, apaga,
piensa,
muere.
![]() |
Qué ufano labora el caballero. Prefiere no mirar, bien hecho. |
26 de julio de 2012
Relatos 14: Se está bajando ya
Tiene el pelo rubio y corto, también
lo ha llevado moreno, pelirrojo, rizado, incluso casi rapado cuando
se ponía aquello pendientes de aro que le llegaban casi a los
hombros, esos que han estado al aire, con jerseys, camisetas, abrigos
o chaquetas como aquella que le regaló su abuela, una más de las
personas que tanto le han querido como su bisabuelo los tres años que le
conoció, sus hermanos, su hijo que acaba de empezar el cole, al
mismo que fue ella antes del instituto, la universidad, sitios en los
que pisó decenas de aulas diferentes para escuchar, apuntar,
filtrear, estudiar o leer, una de sus aficiones más absorbentes como
la natación, el cine o la cocina, donde ha preparado salsas,
ensaladas, bocadillos o pasteles, mmm, esos pasteles que ahora le
pirran pero que odiaba de pequeña cuando se empachó y le tuvieron
que llevar corriendo al hospital, que también visitó cuando tuvo
vegetaciones, aquella varicela que le llenó de granos o se abrió la
cabeza, como enseña esa pequeña cicatriz que ahora asoma entre su pelo
rubio y corto.
![]() |
Bonito nombre para una sauna bollera |
20 de junio de 2012
Relatos 13: Que sea por un motivo
¿Cómo se declara el acusado?
Vaya pinta de meapilas tiene este tío, Javi, no le hagas ni
puto caso. Que cómo se declara el acusado dice el muy zote. Fíjate que farsa
es todo esto de la justicia que ni siquiera te pregunta a la cara. El acusado, dice, si tú tienes nombre y apellidos, Javier
Sotelo, qué pasa, que no hay huevos de decirlo a la cara. Estos jueces de
pacotilla deben pensar que si dicen el nombre completo se les aparece el diablo
y les escupe azufre en la cara, menudos mierdas que están hechos. Tú no digas
nada, Javi, no contestes, que lo haga todo el abogado, otro meapilas, pero está
de nuestra parte que para eso le paga tu padre. Tienes que estar muy tranquilo
estos días, ¿vale? Te van a buscar las cosquillas por todas partes porque
piensan que hiciste algo mal. Qué sabrán ellos eh. Qué culpa tendrás tú de lo
que le pasó a aquella niña. Ellos no conocen el calor agobiante que hacía
aquella tarde. Pero nosotros los
sabemos bien, Javi, sabemos que aquel calor te ponía de muy mala hostia. Y
cuando aquella niña se hundía a
plomo, ¿te acuerdas? ¡Qué culpa tienes tú de que sus padres estuvieran echando
la siesta! ¡Era su hija, por el amor de Dios! ¡Suya y de nadie más! Ahora te van
a acribillar con preguntas absurdas, pero ya sabes que tú no eres el culpable de lo que
pasó.
![]() |
Grandes extensiones de agua, ese foco de desgracias |
¿Desde cuándo ejercía ese trabajo? ¿Conocía sus
obligaciones como socorrista? ¿Vio lo que estaba pasando? ¿Por qué no
reaccionó?
Mira a ese abogado, Javi, míralo bien, con su gomina y su
corbata a rayas. Fíjate qué zapatos, cómo brillan. ¿No te parece obsceno que
vaya tan arreglado? Si tan triste es que se ahogara una niña, ¿por qué se viste
cómo se fuera a una boda? Lo ves, Javi, te das cuenta, para ellos es como estar
de fiesta, se la suda todo, y te quieren hacer culpable a ti de lo que paso.
Ves lo absurdo que es todo y sin embargo todo esto puede acabar con tus huesos
en la cárcel. ¿Qué te parece? Todo porque no sacaste del agua a aquella
niña. ¡Para ellos es como si la hubieras ahogado con tus propias manos!
Alucinante… Ahora, una cosa te digo, este juicio va a durar varios días y tú
tienes muy poca paciencia. Como te hinchen las pelotas ya sabes lo que tienes
que hacer. Si es a la cárcel que sea por un motivo, ¿verdad que sí? ¿Eh, Javi?
Ya sabes lo que tocaría, ¿no? ¿Verdad? Claro que sí.
Etiquetas:
juicio,
larra,
literatura,
motivo,
piscina,
RELATOS,
socorrista
11 de junio de 2012
Relatos 12: Enquistar la felicidad
Solo faltan cincuenta kilómetros para llegar al hospital y entonces ocurre. El sol golpea de frente en pleno atardecer y la luna está llena de mosquitos aplastados. Son más de un centenar y sus restos brillan, creando una metáfora visual de muerte y ascensión al cielo en la mente de Rafa, muy sensible a captar cualquier significado. Con la visión velada, solo ve lo que ocurre en el último momento. Un extraño destello negro y un potente plac que resuena en el interior del coche. Algo ha chocado contra el cristal a toda velocidad. No pasa nada, no se rompe nada, Rafa no pierde el control del vehículo, pero el incidente basta para cambiar completamente los agitados componentes de su ánimo. Decide pararse en el arcén. Se queda mirando al vacío con las manos temblorosas.
![]() |
La extinción no tiene por qué ser mala |
Pasado un minuto, sale del coche, se pone el chaleco de emergencia y camina los cien metros que le separan del pájaro muerto sin importarle el peligro al que se está exponiendo. Es un cuervo asqueroso, con las alas retorcidas y el pico partido por la mitad. En menos de media hora, cogerá por primera vez en brazos a su hijo recién nacido. ¿Quién podrá convencer a Rafa de que la muerte del cuervo y el nacimiento de su hijo son dos hechos completamente aislados en el mundo? ¿Cómo penetrar en su mente para levantar un muro infranqueable entre ambas ideas? Y si opta por no contarle a nadie lo que ha pasado, por no revelarle a nadie su zozobra... ¿Habrá alguien a su alrededor lo suficientemente intuitivo como para desbrozar algún día el origen de ese extraño miedo que perseguirá a Rafa para siempre?
22 de mayo de 2012
Relatos 11: Putos animales y V
MONTSE
Está muy graciosa con su vestido de colores, pero muy triste
porque lleva 15 minutos esperando en la puerta del colegio a que venga papá, al
que hace una semana que no ve. Le ha pintado un dibujo con rotuladores carioca.
Sobre un fondo azul se ven dos árboles flanqueando un casa con chimenea, toda
la escena bañada por un sol que parece muy contento hoy. En la puerta de la
casa aparecen ella y su padre, de la mano, sonrientes y con las cabezas
desproporcionadamente grandes porque los niños no entienden los parámetros que
miden el mundo.
Se ha puesto a chispear y Montse agita la cabeza para
sacudirse las gotas de agua. Se pone la capucha del chaquetón porque su mamá
siempre le dice que la lluvia es divertida por los charcos, pero peligrosa
porque te puedes coger un catarro. La primera lágrima que se deja caer a
trompicones lleva dentro una dosis de inocencia que jamás retornará del suelo
en el que se estrella.
26 de abril de 2012
Relatos 11: Tan solo animales IV
SANDRA
Mete en la cesta otro paquete de algo herbodietético, algo
insustancial, como insustanciales son las aristas de su vida en los últimos
tiempos. Realiza la compra a cámara lenta, víctima del aburrimiento, de saber
que los sofás y la cama seguirán ordenados cuando vuelva a casa. Todo se acelera
cuando ve a Pedro desorientado, pidiendo una moneda a un tipo que ni siquiera
le escucha. ¿Qué coño está haciendo? Lleva uno de esos trajes caros y
estúpidos que tanto le reconfortan, pero a la vez mendiga vil metal, así que a
Sandra le asalta el agobio. No entiende nada.
La niebla confusa que envuelve el supermercado aligera sus
penas y comienza a silbar una vieja canción que siempre le puso alegre. Mete
en la cesta un queso curado gigante, el más grasiento, y comienza a fantasear
con los pinchos que va a cocinar en casa. Queso con mucho aceite de oliva, pan
chapata y algo muy azucarado de postre, quizá una tarta de chocolate
mastodóntica. Comprende perfectamente que su alegría mana de encontrarse a
Pedro, un tipo al que entregó su alma y que ahora se arrastra, incrustado en su
apariencia de vagabundo lujoso. Mal de muchos consuelo para el que quiera.
Sandra cruza tres pasillos con una sonrisa de caramelo
bordada en el rostro, pero la alegría se desvanece rápido, con la fuerza letal
de algo que acaba de recordar:
Pedro, ¿no tendrías que estar recogiendo a nuestra hija del colegio en
este preciso instante?
19 de abril de 2012
Relatos 11: Tan solo animales III
INÉS
El uniforme le hace sentir parte de un campo de
concentración nazi, uno de los pensamientos sombríos que abarrotan su cerebro,
amenazando con explotar dentro de su cabeza. No tiene el número tatuado en el
brazo como aquellas personas, pero sí un dibujito en la mano cuya inocente
apariencia representa un futuro en ruinas. Se dejó arrastrar por la corriente de
Toni hasta que su vida se ahogó. Lo que quedó de aquel naufragio todavía no ha
reflotado, así que desconoce cuáles serán los nuevos raíles por los que
transitará su existencia, detenida por el momento.
Le gustan los colores que pueblan un supermercado, la
vivacidad de las frutas, los chirriantes envases de limpieza, todo contribuye a
cubrir de pintura una pared desconchada, esa en la que cuelgan los jirones de
su tristeza. Cajeras, cómo las detestaba, ahora entiende lo cerca que se
encuentran de una vida monacal, de un comportamiento mecánico que protege de
peligrosas reflexiones. Estás sepultada Inés, por paquetes de fruta, caramelos,
botellas de cocacola, bolsas de patatas.
Un extraño producto se cuela en su cinta: la cabeza de un
animal de la que apenas se aprovecha nada para comer. Le agrada observar lo
cerca que se encuentra de la muerte, en su versión más grotesca porque el
cerdito no tiene ni ojos. Lo observa y está a punto de levantar la cabeza para escrutar el rostro del comprador, pero se vuelve a imaginar en un campo de
concentración con su uniforme y lo último que quiere es encontrar la mirada de
un oficial nazi. Y, aunque no lo sabe, consigue evitar un dolor aún mayor.
17 de abril de 2012
Relatos 11: Tan solo animales II
PEDRO
Rebusca y rebusca en su traje hecho a medida, pero no
encuentra la dichosa moneda con la que comprar un billete de autobús. Mierda,
Pedro, te has dejado la cartera y en el curro y ahora está cerrado, necesitas
esa moneda si quieres volver a casa. Vaga confuso alrededor de la
plazoleta en la que se ha dado cuenta del error, convencido de que su disfraz
de traje hará el resto: alguien le va a dar una moneda, fijo.
La sexta persona que aborda coincide con la sexta negativa,
por su cabeza gravitando la idea de que nos estamos volviendo locos si no somos
capaces de darle una moneda a quien la necesita. Coño, que va de traje. No te a
va a atracar. No te pide un imposible. Apenas una moneda. Pedro se sienta en un
banco, pero tiene frío, pega una patada a un cartón de vino vacío y enfila la
puerta del supermercado para seguir su búsqueda, surrealista y titánica a un
tiempo.
Qué suerte, se encuentra a Toni y le pide la moneda, pero el
chico está en trance y ni siquiera entiende la petición que le formula. Toni,
hombre, me das una monedita. Pobre diablo, se volvió loco por culpa de aquella
chica, pero él sí podrá pagar el contenido de esa cesta que todavía lleva
vacía. No consigue ese trocito de metal, que le podría llevar a su hija, al
placer, a la tranquilidad, casi al mar. Su único día de visita esta semana a
ella. Y está a punto de perderlo porque no consigue una moneda. Él, el hombre
trajeado, importante y gilipollas.
12 de abril de 2012
Relato 11: Tan solo animales I
TONI
Acaricia sin convicción la caja de cereales, deslizando los
dedos por el cartón como ruedas que besan el asfalto. Al final no coge los
cereales, ni el bote de champú, aunque también lo toca con los dedos, ni la
cocacola, ni siquiera la leche. En su vagar accidentado por el supermercado,
con el mareo del que no sabe bien lo que hace, se cruza puñado de palabras
inconexas con Pedro, al que también encuentra en la maraña cuadriculada de
pasillos estrechos, rebosantes.
En la sección de carnicería, Toni detiene su sinsentido y se
para a mirar con extrema curiosidad un grupo de cabezas de cerdo, que parecen
alineadas para recibir la caricia de un bisturí. Como un homenaje al horror,
esos extraños ojos animales miran a Toni y a todos partes a la vez, en general
no tienen preferencias, dispuestas como están a invitar a cualquiera a su
pequeño homenaje a la muerte. Pide una de esas cabezas, la que no tiene ojos,
la que no mira, la que no le duele. Sí, se lleva la que no duele porque ve en ella
la fuerza poderosas de un amuleto eterno.
Caperucita llevaba la cesta llena de viandas y casi se la
come un lobo. Toni solo lleva una cabeza de cerdo, pero tampoco va a salir
indemne de su viaje por un bosque de productos, etiquetas, ofertas y colorines.
Se incorpora a la cola más larga y también la más rápida sin dejar de observar
curioso el contenido de su cesta roja, como si alguien lo hubiera introducido
allí. Lo deposita en la cinta, la cinta avanza y la vista de Toni choca con el
tatuaje que se aloja en la mano de la cajera. Lo reconoce al instante, dos o
tres lágrimas se quedan dentro de su cabeza y Toni sale a la calle a tomar aire
porque se está ahogando. En la primera papelera que encuentra arroja la cabeza
de cerdo. Sin mirarla porque no tiene ojos.
Etiquetas:
animales,
cerdo,
larra,
literatura,
RELATOS
25 de enero de 2012
Relato 10: Cerrad la puta boca, por Dios...
Los cánticos del coro se le clavaban en la cabeza como una corona de espinas. Aprovechó que todos los fieles entonaban “Alabaré a mi Señor” para sentarse detrás del altar y ocultarse durante unos segundos. Notaba las miradas acusatorias del monaguillo. Le hubiera encantando agarrar de la pechera al niñato y decirle “yo soy el que acusa aquí, no me mires así joder, no me mires así”. Pero la iglesia estaba llena de feligreses como todos los domingos a las doce de la mañana: no era buen momento para descargar su ira sobre el chavalín. A pesar de la resaca, el cura pudo pensar un rato en su monaguillo, en los diez años de fe inquebrantable que le habían procurado sus padres, una pareja de beatos que preferían no follar antes que forrarse el pito de plástico. “Padre Mateo, cómo me alegro de verle así de bien”, le había dicho el padre del niño antes de la misa, con una dosis de retranca barnizada en sus palabras. Un mundo inabordable de acusaciones y perdones llevado al éxtasis cada domingo. Sobre todo si el cura había dormido tres horas con una botella de Brugal nadando libremente por su torrente sanguíneo.
“ALAAAABARÉ A MI SEÑOR, ALAAAABARÉ A MI SEÑOR, ALAAAAAAABARÉ A MI SEÑOOOOOR ”.
Mateo acompañó el grito final del cántico. Mientras se levantaba de la silla, su mente acudió a una de esas viejas manías que pueden convertir el día a día en un infierno. Mateo no podía evitar concebirlo todo en porcentajes. Había sido un brillante estudiante de Matemáticas en su infancia y todavía conservaba algunas reliquias. “Ya han pasado cinco minutos, el doce por ciento de la misa”, se dijo a modo de consuelo mientras un potente rayo de sol partía en dos su cuerpo. Los grandes ventanales de la Iglesia de San Pablo daban al lugar un agradable aspecto natural que, en medio de un día tan soleado como aquel, permitían no encender ninguna luz artificial. Era una iglesia pequeña, modesta, con diez largas bancadas en las que no cabían más de doscientas personas. Siempre estaba llena en misa de domingo, el día en el que una amalgama de fe rancia y recalentada empapaba el ambiente. Detrás del altar, a espaldas de Mateo, un Jesucristo de tamaño natural tallado en madera de pino presidía la iglesia, ligeramente desnucado hacia su izquierda por los siglos de los siglos. En un costado y dos peldaños de escalera por debajo se encontraba el coro, formado por una docena de chavales a las puertas de la adolescencia que obedecían compulsivamente a la guitarra de Carlitos, el mayor de todos ellos. Mateo solía quedar con ellos todos los viernes para ajustar el programa de las misas, pero las últimas semanas los chavales se estaban apañando sin la ayuda del cura. “Se gestionan bien”, pensó Mateo mientras alzaba las manos al cielo en el altar. Estaba en el punto más alto de la desidia dominical, pero había dos centenares de personas sedientas esperando su traguito de esperanza. Mateo tenía 32 años. Al otro lado del altar, la media de edad se doblaba.
“Queridos hermanos….”, comenzó sin aspavientos, dando rienda suelta a una oración precocinada sin espacio a la improvisación. Notaba la resaca nublando la misa: no era momento para virguerías. En medio de su discurso cruzó varias veces la mirada con el padre del monaguillo. Vestía un jersey teja de pico y unos pantalones beige de pinza. El peinado a raya le dibujaba un perfil plano como el horizonte del mar. Sus ojos lanzaban destellos de acusación que Mateo esquivaba con elegancia. Era un ritual secreto entre ambos que practicaban casi todos los domingos desde hacía un par de años. Algunos domingos, el cura se refocilaba con el jueguito pero esta vez el martillo de la resaca bataneaba demasiado fuerte, haciendo que sus sienes temblaran a ritmo de latido. Pero dominaba el arte del sermoneo y no le hacía falta pensar, como le pasa a un conductor experto cuando surca una autopista. Solo era cuestión de llegar al cien por cien de la misa. Miró el reloj de pared en cuanto acabó su parlamento: “Veintisiete por ciento y subiendo”.
“AAAMAOS, COMO YO OS HE AMADOOO, CON EL CORAZÓN ABIERTO, CONSTRUYENDO ENTRE TODOS LA FAMILIA DE MARÍÍÍÍÍÍÍA”.
![]() |
Algunas resacas son peores que la muerte. |
Los cánticos seguían atravesando sus meninges como dardos envenenados. Mateo había olvidado tomarse un paracetamol antes de acostarse y el que se había enchufado con el desayuno todavía no había hecho efecto. ¡Qué lejos quedaba la orilla! Por lo menos a un setenta por ciento de distancia. La lectura de una carta de la carta de San Pablo a los corintios 13, 1-13 se traducía en una pequeña victoria para el cura, en una tregua del cinco por ciento. Una veterana beata caminó con parsimonia hacia el micrófono, instalado junto al coro. Sus lentos movimientos parecían programados para revestir la ceremonia de un halo celestial de la que carecía. Es imposible convertir en especial algo que se repite cada siete días. Se cogió la falda con recato para no tropezar, ajustó sus enormes gafas de carey y abrió el libro que ella misma había preparado antes de la misa. Antes de hablar, dirigió una tierna mirada a Mateo, que agradeció la falta de reproche en aquellos ojos gastados. “Es como una niña”, pensó el cura, preguntándose si era envidia lo que sentía en ese momento. La voz aguda de la anciana hipnotizó al respetable:
Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande todas es el amor.
La beata pronunció el discurso lentamente, paladeando cada palabra, cada segundo de su breve intervalo de gloria semanal. Doscientas caras sonrieron al unísono bañadas por la luz de los ventanales, hasta que el ruido del portalón que daba acceso a la iglesia quebró el momento. Un fiel que se había retrasado pidió perdón con los ojos y se quedó de pie tras la última bancada, como un niño castigado por el profe, pero con el pan y el periódico debajo del brazo. El cura esbozó un reproche visual, pero no pudo redondear su gesto porque otra punzada de resaca le hizo cerrar los ojos con fuerza. “Treinta y cinco por ciento”, se dijo mientras la guitarra de Carlitos arrancaba con la violencia de una motosierra.
“SEÑOR TEN PIEDAAAAD, SEÑOR TEN PIEDAAAAD DE NOSOTROS
CRISTO JESÚS TEN PIEDAAAAD DE NOSOTROOOOS
TEN PIEDAD DE NOSOTROOOOOOS”.
Sin tiempo para el reposo, la beata lectora, que había contemplado embobada la enésima actuación del coro, acometió la segunda lectura. Dominaba los tiempos de la misa como un presentador de televisión domina la escaleta de su ‘late night’. Con un breve carraspeo volvió a demandar la atención de su audiencia.
Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: "¡Hazme justicia contra mi adversario!”. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme…”.
En medio de su particular tormento, Mateo rió con disimulo. Un oasis muy necesario: pensó que el pedacito de San Lucas-18 no podía estar mejor elegido. Mientras la beata seguía con su parlamento, el cura pensó en las doscientas personas congregadas en la iglesia y concluyó que al menos un veinte por ciento del auditorio estaba formado por viudas. Siempre la había parecido llamativo que un joven como él impartiera lecciones de vida a señoras que podían ser su abuela. Sin embargo, últimamente no le parecía llamativo. Le parecía absurdo. Muy absurdo. Unas gotas de tristeza se diluyeron en su resaca, generando una mezcla corrosiva de sentimientos justo cuando debía subir al altar para encarar su momento estelar de la misa: lectura de evangelio y homilía. Notó todas las miradas resbalando por su cuerpo, fundidas con la resaca, abrazadas a un dolor que, supuso, duraría para siempre.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)